Las competencias de gestión y uso de la información se han incluido dentro de las competencias básicas de todos los grados adaptados al Espacio Europeo de Educación Superior, y tanto docentes como bibliotecarios están trabajando en colaboración para su enseñanza a través de diversas metodologías. Sin embargo, la evaluación del logro de estas competencias es difícil porque no se dispone de herramientas de evaluación adaptadas a los contenidos de la competencia y aplicables de una manera eficiente. Por ello, para contribuir a la extensión de la competencia, es fundamental disponer de las herramientas de evaluación que guíen el aprendizaje y ayuden a objetivar la consecución de las mismas. Y, además, la generalización de su aprendizaje también requiere de un programa validado de enseñanza de la alfabetización informacional que pueda disponerse en acceso abierto para su utilización como apoyo en las redes de aprendizaje académico y los campus virtuales, que se centrará en las Ciencias Sociales.

El interés en la Unión Europea y de la UNESCO por este tipo de investigación es evidente, debido a que el ámbito de la evaluación educativa constituye una de las en áreas de conocimiento que puedan resultar estratégicas para el desarrollo de los sectores clave en todo el tejido productivo. La formación por y en competencias de los estudiantes universitarios, relacionadas con las exigencias del ámbito laboral en el siglo XXI, debería constituir una preocupación fundamental para los gobiernos.

Así, el estudio comparativo entre los países de la UE realizado por EURYDICE (2002) ha demostrado que la preocupación por la calidad de la educación, en su faceta de proceso y resultados de aprendizaje, es la razón principal por la que se presta mayor atención a las competencias clave, y especialmente a todas aquellas relacionadas con el manejo, interpretación y uso de la información como señala el RD 1393/2007. Esta preocupación surge del hecho de que los resultados educativos y las tasas de éxito de los egresados varían de unos centros a otros y en función de los dominios científicos-curriculares. Con el fin de cubrir tantos aspectos del desarrollo cognitivo y afectivo de los estudiantes, los objetivos didácticos se expresan a menudo en términos generales, y su puesta en práctica se ha confiado al profesorado, que a su vez ha sido el responsable de la elección de los métodos de enseñanza y de evaluación. Hoy día con los cambios que ha supuesto el nuevo modelo de convergencia europea, la figura del profesor se ha desplazado hacia el rol de tutor y el centro de atención está en el estudiante, en su capacidad para aprender a aprender y aprender haciendo.

Otros factores también responsables son la aceleración de la internacionalización de la enseñanza, la rapidez de los progresos científicos y tecnológicos, en particular de las tecnologías de la información y la comunicación, y la creciente complejidad de las distintas profesiones. Todos los países coinciden en que los ciudadanos deben estar preparados para afrontar el aprendizaje a lo largo de la vida con el fin de hacer frente a los desafíos y evitar los peligros de la exclusión social. Por tanto, los currículos formativos se centran más en la puesta en práctica de los conocimientos y las destrezas de forma adecuada que en su transmisión. De ahí que la mayoría de los responsables educativos han redefinido los objetivos didácticos en términos de competencias, entendida como la capacidad de aplicar los conocimientos y las destrezas en diversos contextos. Así, el aprendizaje se convierte en algo más atractivo y beneficioso para el individuo y la sociedad. Siguiendo esta lógica, algunos sistemas educativos han centrado su atención recientemente en aquellas competencias que poseen un valor de transferencia más elevado, y por tanto al poderse aplicar a un mayor número de situaciones de la vida real, son potencialmente beneficiosas para todos. Entre ellas, ocupa un lugar medular las competencias informacionales e informáticas.

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